Segundo adiós
"Fuimos otra persona. Tu y yo
no fuimos la persona que ahora
ven los demás. Sino dos personas distintas.
Lolita Bosh
Hace tanto que no sé de
ti. Veo el calendario y ya es febrero. Recordé los días de diciembre cuando
solíamos caminar sostenidos de la mano y tú me decías si quería andar descalza
por el mundo. Sólo sonreía y me quitaba
los zapatos, comenzaba a bailar en círculos y pensaba en lo ligera que me
soñaba.
Después
me tomabas de los hombros y me dirigías al departamento donde nos apartábamos
del mundo. La segunda vez que nos vimos
me hiciste una pregunta: ¿quieres dormir desnuda a mi lado? Contesté con un
beso, ésa fue la primera ocasión en la
que pude ser sincera ante el vacío. Posteriormente nos convertimos en amantes.
Te
posicionaste en mi lujuria y deseo quimérico, nos veíamos una vez a la semana
para sentirnos cómplices. Pasaron siete días y supe que tenías novia, pero no dije nada; yo
también tenía un compromiso. No sé qué pensabas y mucho menos que sentías, con
tu sonrisa de jirafa bastaba.
Odiabas
que fumara después de hacer el amor y yo reprochaba que hablaras de tecnología,
siempre fuimos distintos. Yo tenía la idea del pasado y tú la del presente;
ambos nos juntábamos para escapar.
Siempre
me buscabas, yo jamás lo hice, ni una mínima palabra afectiva te dije. Pero hoy
estás de suerte y te escribiré lo que tanto callé:
Detesté la forma en que
terminamos: tú sólo me besaste el corazón y dijiste adiós. No importa, yo sí te
quise. Sé que me utilizaste como al agua
para vivir. Lamentablemente no te fui tan necesaria. Quise una vida contigo, tú
eras mi amor de tiempo. Fui tu almohada de noche y tu oscuridad, el velo donde
te escondías y jugabas a ser el dinosaurio más grande del mundo.
Sé que papel jugamos
por mucho tiempo, no sé cuánto fue realmente, eso no importa. Pero hoy no estás
y eso es lo que me aflige. Después de luchar con el olvido y con la persona a
la que no amo te vuelvo a encontrar.
Sí, el día cuatro de
febrero tu sonrisa y esos lentes que te ocultan los ojos cafés claros pararon
el tiempo en la estación del metro Iztacalco. No dijiste nada, sólo me miraste
como si fuese una extraña, yo me eché a llorar y puse de pretexto que la
mariposa que llevaba en mi alhajero viejo había volado. Te volteaste, en cuanto
abrieron el vagón del metro, te escabulliste. Te observé ir hacia no sé dónde,
pero te fuiste. Di un adiós a nadie y
eso fue lo que pasó. Hoy no queda nada, ni la esperanza de caminar descalza.
By: Karen B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario